CARTA PARA EL VECINO:
Hola vecino:
-
Lo siento vecino, ¡ Si….. Fui yo!
La que metió tu preciosa mesa
de jardín dentro de tu aljibe, el tendedero, el sillón confortable de madera,
el cubo de basura, el cajón de tu abuelo que cuidabas con tanto esmero, la espuerta
paleolítica, las piedras decorativas………
Y no metí más porque no
encontré nada de utilidad que me sirviera para salir del apuro.
Todo empezó el pasado domingo.
Una bandada de grajos voló al menos durante 5 minutos sobre mi cabeza gritándome:
¡cuidado, cuidado..! Acaban de
llegar y no les gustas.
Al instante pude ver como una
gran nave espacial se dirigía al monte Mato. Sitio conocido por los isleños por
la cantidad de fenómenos ovnis y avistamientos que se han sucedido en ese
lugar. Parece que el nombre de la montaña significa algo.
“Mato”, como si la propia cima
estuviera diciendo:
Si te acercas te mato-
En fin, el día transcurrió sin
mayor acontecimiento. Me fui a la cama y descanse estupendamente.
Al día siguiente como todas
las mañanas me dirigí con mi perra, RA, a dar un paseo por los alrededores del
pueblo cuando de repente, la perrita vio un conejo. Salió disparada como alma
que lleva el diablo con mi beneplácito. En un par de minutos la perdí de mi
campo visual.
El aire, el cielo y la tierra
se tiñeron de un rojo intenso. Estaba claro que algo había sucedido. Empecé a
llamar a la perra al principio con mucha tranquilidad y sin preocupación, pero
en la medida que el animal, ni venía ni
respondía, mis pulsaciones cardiacas se iban acelerando.
¿Dónde estás Ra? Responde. Háblame.
La perra, seguía sin
responder. Decidí dirigirme hacia un punto del camino de donde salía un chorro
de energía roja tan fuerte que era el culpable de que se tiñiese el cielo y el
aire.
Para gran desgracia, el centro
de emanación estaba cubierto por una gran muralla de piedra que dificultaba el
acceso. Empecé a llamarla de nuevo.
¡Ra, Ra!, responde….. Perrita
¿Dónde estás?
Al cabo de varios minutos sin
respuesta, oí un suspiro suave y difuso.
¡Uy…….Uy……..!
Por fín, la había encontrado.
La oía pero no la veía.
¿Dónde estás?, Háblame….
Volví a oír el mismo suspiro
suave
¡Uy………. ¡
La única forma de localizarla
era subirse a la pared de piedra, ya que desde una posición superior tendría más
visibilidad, además de allí brotaba esa masa roja que lo envolvía todo.
A duras penas conseguí subir,
mire a mi alrededor y por supuesto no la encontraba, miré hacia abajo y ahí
estaba.
La pared de piedra era un
embalse y en el fondo del mismo se encontraba RA, a cuatro patas con cara de susto.
Nada más verme, empezó a gemir
con lastima y juró que pude ver lagrimas salir de sus ojos. El pobre animal
intentaba salir poniéndose a dos patas para escalar la pared pero no podía, la
impotencia y el miedo estaban haciendo mella en ella.
-
No te preocupes Ra, voy a sacarte de ahí. No es
tan profundo. Voy a coger algo para meter dentro y ahora vengo.
Empecé a pedir ayuda a las
casas colindantes, pero nadie respondió. Como si la tierra se hubiera tragado a
todo ser viviente, el silencio y el vacío lo llenaba todo.
Mientras yo buscaba algo para
meter, el pobre animal me empezó a llamar desesperada.
-
¡Ya voy Ra, Ya voy…..!
Cogí lo primero que me pareció
útil, una piedra decorativa que tenían adornando un conjunto de macetas, la
metí dentro del embalse y baje fácilmente.
Una vez allí, Ra vio el cielo
abierto, empezó a lamerme y a intentarme decir que quería salir de allí a toda
costa.
La cogí en brazos, me subí a
la roca, miré hacia el borde del embalse para apoyarme en mi salida y en contra
de toda previsión, la piedra era demasiado pequeña como para permitirnos salir
a ninguna de las dos.
Sin móvil, sin escalera y sin
altura suficiente para salir del aquel lugar, la perra y yo estuvimos atrapadas
por un buen rato.
-
No sé cómo salir Ra, no alcanzo a la cima.
Como si el animal me
entendiera, empezaba a trepar a dos patas por la pared con la misma suerte de
antes.
En mi desesperación el viento
me trajo un sonido:
-
¡TAPOSSY… TAPOSSY!
-
TAPUMBA UETA, TA CA SI MAE.
Espíritus de antiguos guanches
intentaban cuidarme y ayudarme. Las palabras entraban en mi oído y se dirigían
a mi cerebro dándome ánimo y aliento.
-
Sí, yo puedo- Pensé- cogeré carrerilla, me
impulsaré en la roca y saltaré para
alcanzar el borde.
Así lo hice y así salí.
-
Por fin fuera, menos mal – pensé-
Había conseguido salir, pero
Ra estaba todavía atrapada y cada vez más asustada. Al verme fuera el animal se
empezó a poner nervioso pensando que me iría y la dejaría sola.
-
No te preocupes, voy a buscar ayuda, no me voy a
ir.
Ni corta ni perezosa empecé a meter
dentro del aljibe todo lo que a mi paso encontraba, un tendedero, un cubo de
basura, una mesa que pesaba un quintal, una silla, una espuerta, un cajón, mas
piedras………
Hice una escalera natural la
cual me permitiría salir y entrar sin problemas.
-
Lo tenemos fácil Ra. Te voy a subir por la
escalera.
Bajé de nuevo al embalse,
posicione la escalera, cogí al animal en brazos (que curiosamente se dejaba
hacer cualquier cosa con tal de salir de allí), y empecé a trepar por la
escalera.
Una vez escalado el último
peldaño, Ra era demasiado pesada para darle el empujón final y que saliera. La
puse en mis brazos boca arriba, boca abajo, de lado……. No había manera. Me
falta al menos medio metro para poderla secar.
Después de dos o tres caídas
por culpa de que la escalera no era estable decidí dejar a Ra abajo y subir yo
sola antes de que se rompiese todo el mobiliario y ninguna de los dos pudiese
salir.
Una vez arriba, con bastante
ansiedad, depresión y frustración, miré al animal y llorando le dije.
-
Ra, no puedo contigo, me voy a tener que ir a
buscar ayuda y volver más tarde.
Ra, lo entendía todo. Eso de
irme y dejarla sola no le gustaba nada por lo que empezó a llorar
desesperadamente y yo con ella.
-
TAPOSY, TAPOSY…. – volví a oír-
Un soplo de aliento volvió a
entrar en mi corazón, creó que la perra también lo oyó.
-
Vamos Ra, tu puedes hacerlo- Súbete a la mesa,
luego a la silla, luego al cubo de basura, luego al cajón y salta que te cojo
desde aquí. Tu puedes Ra, ¡TAPOSY, TAPOSY…! – le grité-
Como por arte de magia, el
animal hizo exactamente lo que yo le dije y consiguió salir del embalse.
Los besos, abrazos, lametazos
y demás muestras de cariño que me expreso fueron desbordantes.
Nos dirigimos a casa, esta vez
pegaditos el uno al otro para no perdernos y evitar más incidentes.
Una vez en casa, me dirigí
hacía mi mujer y le dije:
-
¡Pepa, no sabes lo que me ha pasado!
Pepa estaba llorando, tirada
en el suelo a cuatro patas. Le había dado una lumbalgia tremenda por coger más
peso del que debía.
Le conté un poco por encima el
suceso pero intente no demostrarle mucha mi angustia y agonía.
-
Pepa, tenemos que ir a sacar todos los muebles
del embalse del vecino, ya que cuando venga y no los vea, donde menos se va a
imaginar que están es en el aljibe.
La pobre Pepa, muerta de
dolor, se sentó en el coche y me acompaño y ayudo a sacarlos.
-
Gracias Pepilla, ¿Qué haría yo sin ti?
Ni que decir tiene que me
costó una semana de masajes diarios el quitarle la lumbalgia, pero al cabo de 7
días la deje tan en forma que podría
competir en la Transvulcania.
-
Solo te pido una cosa vecino aun sabiendo que la
culpa fue mía. Si no quieres tapar el embalse como obliga la ley o poner una
valla, por favor deja una escalera cerca. Porque esta vez no ha pasado nada
pero mañana se puede caer otro animal o un niño.
Hay que intentar pensar
siempre en el peligro que corren los demás (incluidos otras especies) cuando
irrumpimos en la naturaleza.
El planeta es de todos, no
solo nuestro, si cambios el hábitat al menos hay que protegerlo de peligros. Si
algún animal o persona paga las consecuencias de nuestra desidia o abandono
tarde o temprano eso repercutirá en nosotros.
Cuida la naturaleza para que
la naturaleza pueda cuidar de ti.